Esta semana se ha producido un hecho relevante en la política nacional. La presidenta del Congreso de los Diputados, la socialista Francina Armengol, ha declarado ante la comisión de investigación del ‘caso mascarillas’. Antes comparecieron su exconseller Iago Negueruela y Manuel Palomino, exdirector del Ibsalut. No existen precedentes de que la tercera autoridad del Estado sea objeto de investigación parlamentaria.
Realmente la comparecencia de Armengol fue decepcionante y la única novedad es que admitió por fin que había mantenido algún contacto con Koldo García, el exasesor de Abalos y supuesto cerebro de la trama corrupta de las mascarillas. Esta información la hubiese podido facilitar hace semanas cuando Armengol compareció ante los medios para denunciar que se sentía víctima de una persecución política y mediática, pero no lo hizo. Cuando hay que esconder información siempre se acaba por atacar a los medios que tienen la suficiente valentía para publicarla frente a los palmeros conocidos por todos.
Pues bien, la comparecencia demostró que Armengol no tiene el más mínimo interés en ayudar a la investigación y hasta se atreve a insultar a los ciudadanos al considerar bulos la información facilitada hasta el momento por la UCO, la Audiencia Nacional y la Fiscalía Europea. Nadie se había atrevido a tanto.
Más allá de la falta de respuestas concretas y de lanzar balones fuera, lo llamativo es que Armengol recalcó en varias ocasiones que ella no se encargaba de las contrataciones, que no firmaba, que ella estaba pendiente de otras cuestiones más generales, de salvar vidas, de preocuparse de los ERTE y de ayudar a las empresas que estaban al borde del cierre por falta de actividad.
Los argumentos de Armengol contrastan con la situación vivida no hace mucho por Jaume Matas, que se sentó varias veces en el banquillo de los acusados, y además fue condenado y entró en prisión, sin haber firmado un solo contrato y por el simple hecho de haber mantenido negociaciones, como ocurrió con Iñaki Urdangarín por el ‘caso Noos’. Si se aplica la doctrina Matas, condenado sin firmar ningún contrato, Armengol tiene motivos para preocuparse, pero con la actual Fiscalía podemos afirmar que no le pasará nada. Por cierto, la estafa de las mascarillas supera de largo en coste a la trama del ‘caso Noos’.
Más allá de bulos, de hablar de máquina del fango (donde por cierto es un verdadero especialista Negueruela, como acreditó durante sus años de conseller), Armengol debería meditar si alguien que permitió que los ciudadanos de Balears fuesen estafados por una trama corrupta de militantes socialistas puede seguir un día más en política. Ya pueden argumentar que si el expediente se ha dejado caducar, si el Govern de Prohens ha actuado de forma incompetente, pero solo hay una realidad. El Ejecutivo de Armengol se gastó 3,7 millones de euros en material sanitario defectuoso y los ciudadanos de Balears fuímos estafados por unos dirigentes socialistas sin escrupulos, que utilizaron el drama de la pandemia para hacer negocio. Y Armengol, más allá de las responsabilidades penales, fue colaboradora necesaria para poder culminar la estafa. Por eso debería dimitir. Alargar su carrera política es una agonía innecesaria.