Imagen de archivo del West End.

Los ciudadanos del Reino Unido que tengan la intención de visitar Ibiza para embriagarse como si no hubiera un mañana, recibirán una desagradable sorpresa durante sus vacaciones. Sorpresa que ellos ya califican de una auténtica tragedia. Las autoridades de Baleares han decretado la prohibición de beber alcohol en la vía pública, en unas zonas muy concretas y determinadas. Privar a los turistas de disfrutar de su estancia en Sant Antoni sin deambular libremente con un litro de cerveza en la mano es una aberración y una falta de respeto a la cultura del turismo etílico que exige una intervención de las autoridades internacionales. El Consejo de Seguridad de la ONU debe reunirse de forma extraordinaria para analizar esta vulneración de derechos que, según la prensa británica, supone una auténtica «patada para británicos borrachos». ¿Cómo osan privarlos del derecho inalienable de embriagarse en cualquier rincón de la isla? Deben de pensar que Ibiza es un jardín de infancia en lugar de un paraíso para los amantes de la fiesta y el exceso. Imagínense, pobres turistas británicos, saliendo de sus hoteles con sus litronas bajo el brazo, ansiosos por disfrutar de una agradable caminata embriagadora, y en su lugar toparse con multas de hasta 1.300 euros. ¡Qué crueldad! Seguro que eso les deja un sabor más amargo que una pinta de cerveza caliente. Pero su desventura no termina aquí. También se limitan las party boats. ¿Cómo pretenden que los turistas vivan su experiencia en Ibiza sin navegar borrachos por nuestro litoral? ¡Es una violación a su libertad de navegar con la música a todo volumen y la vista nublada por el alcohol! Es evidente que estas medidas son un atentado contra la felicidad de los turistas alcohólicos contra el que ellos se revuelven. Habría que decirles que, si tanto les gusta caer doblados, prueben de hacer en su casa lo que hacen aquí y veamos qué tal les va.