Pedro Sánchez. | Moncloa

¿Ha cambiado tanto la sociedad española como cree el farsante de telenovela que ocupa la Moncloa? En la sensual Ibiza un hombre se sintió vejado al observar los amores lésbicos de una voluptuosa cantante y pone una demanda. Algo chocante, va contra toda lujuria pitiusa, poemas de Safo y canciones de Bilitis, así va la granja woke donde todos somos iguales pero los hay más iguales que otros.

Tras sus pellas gobernantes, Sánchez anunció que no dimite y que va a regenerar la democracia. ¡Vade retro, aspirante a cacique bananero! Que se preparen jueces y periodistas que osen investigar sus desmanes y pidan explicaciones por la millonaria captación de fondos públicos de su doña.

Para el sanchismo, tal y como ha dicho con su finura habitual Torrente Puente (ministro que se dedica a coleccionar los diversos calificativos que le dedica la prensa): «¡Pedro es el puto amo!».

El pobre no da más de sí en su expresión verbal, pero en su redil sectario lo clava. Al presidente más mentiroso y menos democrático desde la Transición no le tose nadie en Ferraz. Es el puto amo del PSOE y sus criados (ya sea por espurio interés o pasión ciega, que la salud mental de la granja está muy rara) le imbuyen con la aureola propia de un gurú de masas polarizadas, un reformador de la conciencia colectiva, un iluminado mesiánico que, movilizaciones y muros mediante, nos va a enseñar lo que es la verdadera democracia.

La cosa es tan peligrosa y ridícula que recuerda al parte bélico en que los alemanes decían a los austriacos: «¡Resistid, la situación es seria pero no desesperada!». En Austria siempre han sido más frívolos y respondieron: «Resistiremos hasta el último aliento pero no se equivoquen: La situación es ciertamente desesperada, pero nada seria».