El fast ferry Cecilia Payne | Balearia

Que regresen los ferrys al puerto de San Antonio es peor que un crimen; a estas alturas turísticas supone una completa estupidez. Los años en que la esplendorosa bahía ha estado libre de ellos se han demostrado inmensamente positivos para su regeneración, y muchos de los que abogaban a favor de su vuelta han cambiado de opinión. Ya pasaron los tiempos en que se anunciaban pensiones o restoranes ante los viajeros que bajaban a tierra, ahora se reserva por internet y Vila está quince minutos. La mayoría de hoteleros, pescadores, empresarios, navegantes, fuerzas políticas (incluida la vieja guardia del PP), nativos y forasters se han pronunciado claramente a favor de una bahía más placentera y lúdica, sin necesidad de las muchas molestias y escasas ventajas que acarrea el tráfico de ferrys.
Por supuesto que las navieras cumplen una labor fundamental y para eso tienen el puerto de Ibiza, más adecuado por su tamaño y características. La bahía de Portmany es bañera fabulosa y las turbulencias, eslora y velocidad de los ferrys violan su calma, provocando un peligroso tsunami para bañistas y otros cetáceos; contaminan y se les siente desde Conejera, encallan en la bocana del puerto y su carga colapsa la circulación en una época que ya piensa limitar la entrada de vehículos.
¿No sería más inteligente recuperar la zona reservada a tales ferrys para ampliar el recreo de los portmanyíes? Hay numerosas opciones, entre ellas ampliar los amarres de navegación deportiva, algo que revitalizaría San Antonio (la mejor zona geográfica de Baleares) más allá de la congestión de unos ferrys cuyo pasaje suele mirarlo como mero lugar de tránsito.
Hagamos caso al sentido común y la belleza antes que a dañinos intereses. La bahía es la gran baza para la resurrección de San Antonio.