El «militante ejemplar» (palabra escrita de Sánchez) pasó de portero de puticlub a asesor y mano derecha del ministro de Fomento, fue nombrado consejero de Renfe y también manejaba lo suyo en Puertos. Lo normal, o sea. Nada como afiliarse a un partido político para hacer carrera púbica, perdón, quiero decir pública. Ignoro si el presidente Sánchez sabe algo de burdeles, pero debe ser cum laude en saunas por los negocios bien regados (entiéndase subvencionados) de su suegro.

Mientras rendía pleitesía a Mohamed, un periodista preguntó al presi si sabía algo del caso Koldo cuando escondió bajo la alfombra del Congreso a Ábalos. «Por supuesto que no» respondió el facha monclovita con la misma solemnidad que esgrimía para negar la amnistía o los pactos con los bilduetarras. Y luego se puso a atacar sí o sí a Ayuso, la osezna madrileña, gracias a cuyas denuncias el caso Koldo atufa a caso Sánchez.

En España la picaresca es género literario y tenebroso espejo político. Pero lucrarse ofreciendo material defectuoso (mascarillas a precio de foulard de Gucci), contratado a dedo por numerosas administraciones, incluida Francina Gintonic, con muertos incontables y viejos abandonados, mientras dictaban arresto domiciliario ilegal y totalitario en el encierro más duro fuera de China, volaban drones sancionadores y prohibían bañarse en la mar, inventaban un comité de sabios inexistente y daban explicaciones más acartonadas que el tetrabrik Don Simón para hacer añicos la salud mental…Tal picaresca es pura malignidad. En pandemia decían que la compra sanitaria era como un mercado persa, pero a los cuarenta ladrones los teníamos por el gobierno. ¡Ábrete, sésamo!