Los balances políticos de final de año son como las autobiografías, muestran una irrefrenable tendencia a embellecer lo realizado y a obviar las zonas oscuras o las situaciones negativas. En el caso de los partidos incluso pueden llegar a coincidir en el uso de frases que, por manidas y repetidas, alcanzan la categoría de tópico.
Se trata de expresiones en la que hay que encajar términos como trabajo, ciudadanía, esfuerzo, derechos e ítems del mismo tenor positivo. Durante la felicitación navideña que ofrecen todas las formaciones políticas a los medios de comunicación, habitualmente utilizadas para poner de relieve las virtudes propias y hacer el recuento de los logros culminados, no se entendería que, en un rapto de sinceridad o de trastorno momentáneo, algún dirigente reconociera haber mentido o haber estado todo el ejercicio sin dar un palo al agua, feliz de disfrutar de sueldo y posición a costa del contribuyente.
El rito, un año más, se ha cumplido, sin defraudar las expectativas. La presidenta del Congreso, Francina Armengol, en representación del sanchismo insular, aunque se siguen llamando a sí mismos socialistas, ha afirmado, contundente que «los socialistas (sic) responden a los intereses de Balears, ya en el Govern, ya en la oposición», sin olvidarse de la función de altavoz del gobierno de Pedro Sánchez «que sigue trabajando intensamente por los derechos de esta comunidad autónoma y la ciudadanía de estas islas». Todo ello a raíz del anuncio de la prórroga de la gratuidad del transporte público, anunciado más o menos al mismo tiempo por el mismísimo Pedro Sánchez en su triunfalista aparición estelar ante los medios en Madrid. Al presidente solo le faltó la indeleble frase de su mentor Rodríguez Zapatero, la economía española está en la Champions, pronunciada entonces justo antes del descalabro provocado por la crisis.
La gratuidad del transporte formará parte de los presupuestos generales del Estado para el año próximo como pago a Coalición Canaria por su voto favorable a la investidura presidencial. El transporte público de balde, que pagarán incluso quienes no lo utilizan, ha dado lugar a una chusca carrera para prenderse la medalla en el pecho. Por un lado, los sanchistas y, a su vera, los soberanistas de Més que no han tenido reparo alguno en asegurar que la gratuidad del transporte como disposición vinculada a la insularidad solo se explica desde la gestión de Sumar y concretamente de su diputado Vicenç Vidal. Es evidente que no se ha producido ni un rapto de sinceridad ni tampoco trastorno de ninguna clase. El Partido Popular también ha participado del protocolo autobiográfico y, en la sede del partido, la presidenta Marga Prohens brindaba por el Año Nuevo reseñando el cumplimiento de hasta el 20 % de su programa electoral en apenas seis meses. Y, salvando las distancias, si Pedro Sánchez calla sobre la amnistía a cambio de siete votos, la presidenta de Balears evita cualquier referencia a las mamarrachadas de sus aliados.
En el discurso de los partidos, en fin, escasean ideas como las expresadas por el Rey en su intervención navideña: «La democracia también requiere unos consensos básicos y amplios (Constitución) sobre los principios que hemos compartido y que nos unen desde hace varias generaciones».
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