Los primitivos cavernícolas empleaban velas de tuétano de hueso de bisonte o caballo para alumbrar la oscuridad. A menudo se adentraban en las cuevas tras el rastro de un oso hibernando, al que mataban en pleno sueño, y se quedaban en la cueva con abrigo y provisiones para pasar el gélido invierno. Por supuesto que estos animistas eran agradecidos: oraban por el espíritu del animal y pintaban imágenes de las criaturas cazadas y otras a las que deseaban atraer. Tales pinturas, de las que naturalmente bebió Picasso, eran una magia que cumplía la primera divisa: lo similar llama a lo similar.
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Cavernícolas
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