La ansiedad ha sido, hasta ahora, una constante en mi vida. Me gustaría decir que comenzó en algún puesto de trabajo o por culpa de alguna mala relación, pero les mentiría. Me recuerdo bien pequeña, tumbada en la cama sin dormir y con la sensación de que me ahogaba porque, por ejemplo, no podía cumplir con las expectativas o sueños de mis padres. Yo era una buena niña que sacaba notas altísimas y que no daba problemas. Pero escucharles hablar de sus propias frustraciones o esperanzas generaba en mí la sensación de que era mi responsabilidad hacer algo. Y, siendo tan pequeña, no podía. Así que me ahogaba.
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Ansiedad, una etiqueta
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Cuando describe la ansiedad como “Yo soy así” y parece minimizarla al afirmar que “Me sigo ahogando, es verdad, pero ahora sé que dura un rato”, podría dar una impresión inexacta de la complejidad de la ansiedad y sus efectos. A pesar de mencionar el Día Mundial de la Salud Mental, no profundiza en la importancia de la conciencia y la lucha contra el estigma en torno a la salud mental, lo cual es un objetivo clave de esta celebración. Entiendo que aborda de manera personal su experiencia y aquí nada que decir.