Me tienen loca los chorros de agua de Isidor Macabich. Cada vez que paso por allí no puedo evitar pensar en el festival en el que pueden llegar a convertirse. Y no lo digo porque vaya a ser precisamente divertido. Considerando la cada vez más notable presencia en la ciudad de tarados varios cuyo nivel de incivismo es evidente, no hace falta ser muy listo para pensar en que los dichosos chorros serán un elemento de atracción al que difícilmente podrán resistirse.
Hace muchos años, a finales de los 90, una de las cosas que más preocupaba a los vileros era el cada vez más elevado número de mochileros que llegaba a la ciudad para hacer no se sabe muy bien qué. Hoy los llamamos perroflautas, pero entones los llamábamos así, mochileros. Y la pobre fuente de la plaza del Parque fue responsabilizada por políticos y medios de la situación. Así que, en cuanto el socialista Xico Tarrés –una cabeza perfectamente amueblada al lado de lo que sufrimos ahora– llegó al gobierno municipal, lo que hizo fue cortar por lo sano. Quitó la fuente y adoptó una medida que a mí en aquellos momentos me pareció muy cruel: sacó de la plaza todos los bancos y los cambió por otros en los que solo podía sentarse una persona. De un plumazo, los mochileros se quedaron sin baño y sin cama. Y la verdad es que prácticamente desaparecieron.
Ahora es otro socialista, Rafa Ruiz, el que viene a hacer lo contrario. Instala chorros en Isidor Macabich y unos bancos que no tienen pinta de ser incómodos si estás acostumbrado a dormir en la calle. La diferencia entre uno y otro momento es que a Tarrés la reivindicación se la pusieron sobre la mesa de forma contundente, mientras que lo de los chorros ha sido una ideaca de algún lumbreras al que Ruiz le ha debido dar el ‘ok' sin mirárselo a fondo. Qué cruz…
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