Este verano prohíben fumar en varias playas de Ibiza. Pues vaya, una razón más para no ir a la playa en verano. Siempre he preferido navegar, incluso en un tronco a la deriva, o bañarme en solitarias rocas, allá donde no llega el aroma a sudor de campo de concentración llamado beach-club, ni los aceitosos perfumes de cremas bronceadoras, ni el sieg hail del bakalao electrónico con el que violan la música afrodisia de las olas del mar.
Pero choca el afán totalitarista de los burrócratas, cum laude en joder la vida de los otros. Lo siguiente será la Ley Seca, que tanta cirrosis provocó en USA. Sus leyes feministas sueltan a la calle a pederastas y violadores condenados; su transparencia esconde gastos de viaje a cuenta del bolsillo del paganini al Shylock de Hacienda; su anticorrupción ningunea la malversación y obstaculiza la investigación judicial en el despacho del putero del Congreso, borra la lista de sus infamias porque ha pasado un mes, etcétera.
Cierto es que a la hedonista y elegante Ibiza acude demasiado cochino, con dinero o sin dinero. Es la política de dar margaritas a los cerdos, cuestión de prostitución turística que se extiende urbi et orbe. Al menos en Ruanda prohíben absolutamente el plástico, te sientas en sillas de madera y brindas en copas de cristal.
Comprendo que se multe al que arroja colillas de cigarrillos industriales o plásticos al mar, pero ¿qué pasa con los responsables políticos de emisarios obsoletos? Y ante el déficit escandaloso de Fueras del Orden, es absolutamente fundamental hacer cumplir las ordenanzas municipales que tanto alcalde olvida en verano. Pero que no mareen la perdiz demonizando a fumadores.
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