Jesús en el Evangelio nos ha dicho que la humildad es necesaria para agradar a Dios. El Señor quiere que aprendamos de Él a ser humildes y sencillos. Aprended de Mí, dice el Señor, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis paz para vuestras almas. Jesús pone de relieve las actitudes que observa entre los asistentes al banquete. Insiste en la necesidad de la humildad al reconocer nuestra indignidad para participar en el banquete eterno. Siempre es Dios quien nos asigna el puesto que tengamos en el Reino de los cielos. ¿Qué tienes que no hayas recibido? La vida, la fe, la seguridad que se obtiene al reconocer que es Dios el que nos otorga la salvación.
Opinión
Domingo 22 T.O. (Lc.14,1-7-14)
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