Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Incluso, en el caso de los patosos como yo, tres o cuatro. Pero en el tema de los incendios que todos los años asolan a España el caso clama al cielo como diríamos los castizos madrileños. Año tras año, nuestro país arde en llamas sin que se tomen medidas hasta que de una vez por todas esta lacra acabe desapareciendo sencillamente porque ya no haya nada más que quemar.
Aún recuerdo como si fuera ayer cómo en 2005 un incendio asoló parte de la provincia de Guadalajara. Fueron cuatro días tremendos de julio, del 16 al 20, en los que ardieron más de 10.000 hectáreas y perdieron la vida 11 bomberos intentando sofocar el fuego. Fue en el municipio Riba de Saelices, muy cerca de mi querido pueblo, Adobes, y por eso lo tengo muy presente. Aquel día todo comenzó con una barbacoa que unos imprudentes decidieron hacer en una cueva en pleno mes de julio sin pararse a pensar en que estaban en una zona de alto valor ecológico perteneciente al Parque Natural del Alto Tajo y que por sus pancetas y sus salchichas se acabaron quemando ingentes masas de pino resinero, sabina mora, roble, matorral, pasto y que se acabarían desalojando poblaciones enteras. Por unos días perdí la esperanza en la raza humana aunque afortunadamente la volví a recuperar viendo el esfuerzo de muchos por intentar poner fin a aquella locura.
Hoy, 17 años después, me vuelve a invadir una situación parecida. ¿En serio que somos tan inútiles para no aprender nada? ¿En serio que incendios como los de Guadalajara y los que se han ido produciendo año tras año no nos han hecho reflexionar y pensar que de una vez por todas hay que tomar medidas? En serio que… en fin tantas y tantas cosas que no cabrían en este artículo de opinión. Pena, rabia, impotencia e indignación son sentimientos que me invaden cada vez que pongo la televisión y observo como las llamas lo invaden todo, como la gente pierde buena parte de lo que tiene con la que está cayendo y como se podía haber previsto.
Porque sí, señores, como siempre pasa en España llegamos tarde a todo. Tarde y como siempre mal. Con todos los expertos, secretarios, asesores, consejeros, ministros y hasta presidentes de comunidades autónomas de uno y otro signo político y por supuesto del Gobierno ¿y nadie se paró ni un segundo a pensar que el campo y el monte hay que cuidarlo? Que no vale con tenerlo ahí sino que hay que mantenerlo para que no esté repleto de ramas secas que son combustible para el fuego. Que hay que hacer cortafuegos… y que, por supuesto, hay que invertir en ello. Que a lo mejor hay personas en paro que podrían estar trabajando durante todo el año, con un sueldo digno, y por lo menos ser previsores. Que tiene que producirse un incendio, dos, tres, cuatro y hasta diez al mismo tiempo para arrojarnos la realidad a la cara de que siempre andamos escasos de bomberos y efectivos de la UME para luchar contra las llamas. Que siempre faltan medios y que no estamos bien coordinados porque una vez más entre los gobernantes de uno y otro lado acaban jugando a ver quien la tiene más larga, a echar la mierda a casa del vecino y a intentar sacar rédito político mientras, como siempre, el ciudadano de a pie es el que palma.
Eso sí, para ir de visita para hacerse la foto de rigor con cara compungida siempre habrá tiempo. Para eso todos corren. Porque es el momento de prometer y que les preocupa nuestro campo, nuestra gente y quien lo ha perdido todo. Que lamentan que hayan ardido árboles y flora y fauna cuyo nombre ni siquiera saben pronunciar porque jamás nos interesó el campo y porque están en el cargo habiendo estudiado algo completamente distinto a lo relacionado con el medio ambiente, el campo o la agricultura o la ganadería. Porque son cuotas de partido a las que han recompensado con el puesto y que jamás pensaron que esto podía pasar. Por más que se produzca año tras año. O porque, simplemente, están a otras cosas más interesantes.
En fin, que cuando pasen unas semanas y unos meses todo esto seguro que se habrá olvidado. Los medios de comunicación ya no estarán al pie de las llamas luchando por captar la imagen más impactante o por mandar al periodista lo más cerca posible del fuego, y solo quedará el olor amargo de la tierra quemada y el lamento de aquel que perdió casi todo. De aquel que en unas horas pasó de vivir en un paraíso forestal a hacerlo entre cenizas mientras intenta acceder a unas ayudas que casi nunca llegan porque seguro que le falta un requisito que aparecía en la última línea de la letra pequeña. O simplemente porque nadie le cogió el teléfono al otro lado. Mientras, el resto, volveremos a nuestro día a día cotidiano, seguiremos corriendo en el autobús, en el metro y en los atascos sin aprender. Demostrando, una vez más, que el hombre es el único animal que tropieza dos, tres, cuatro y diez veces con la misma piedra. El único que no aprende de sus errores.
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