Una azafata en un avión. | Pixabay

Cuando viajamos en avión antes del despegue la o el auxiliar de vuelo nos da una serie de indicaciones sobre seguridad. Una de ellas hace referencia al uso de las mascaras de oxigeno en caso de despresurización de la cabina. Ante este hecho, nos indican a los adultos que debemos ponernos las mascarillas nosotros en primer lugar y con posterioridad colocárselas a nuestros hijos. Intuyo que el sentido del orden esta determinado porque si se la ponen los menores primeros puede ser que no tengan la capacidad de ayudarnos a los padres en caso de pérdida de conciencia.

Este ejemplo es utilizado continuamente por muchos profesionales para favorecer la parentalidad positiva frente a la función servicial. Es decir, para ayudar a nuestros hijos primero debemos ayudarnos a nosotros mismos. A pesar de que esto es un hecho conocido parece ser que muchos padres no lo cumplen asiduamente. A los progenitores actuales nos podrían considerar irónicamente la «generación del sacrificio». Hemos pasado una infancia en la cual si quedaba un solo huevo se lo comía el padre, a una adultez donde si solo queda un huevo se lo come el hijo.

A mi consulta cada vez acuden más madres y padres agotados de «criar» a sus hijos, pero cuando indagas un poco realmente tienes a unos padres cansados por «servir» a sus hijos: son sus taxistas de actividades extraescolares, son sus secretarios de las tareas escolares, son sus gestores de las agendas sociales, son su servicio de cocina, limpieza y planchado, son sus planificadores del tiempo libre, son sus coaching motivadores, etc. Si a esto le añades que cuando le preguntas ¿qué actividades haces que te gusten hacer solo? La respuesta es – «Ufffff no tengo tiempo para hacer cosas que me gustan», entonces la ecuación es explosiva.

Es evidente que criar a un hijo requiere de mucho esfuerzo, sacrificio y que además no es una tarea sencilla. Pero será un camino arduo si no encontramos y buscamos los espacios que nos ayuden a recargar energía. De este modo, deberíamos ser nosotros los que busquemos momentos de satisfacción individual fuera del entorno parental. Es el «sacrificio» que tenemos que hacer para obtener la fuerza necesaria que nos ayude en la maravillosa experiencia de convivir en familia. Si no te cuidas tú, no esperes que los demás lo hagan por ti.

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