En esta semana se ha celebrado el Día Mundial del Agua y para ello han tenido lugar diversos actos que pretenden concienciar a la sociedad en general de la necesidad de ser mucho más eficientes en la gestión de un bien tan preciado. En dichos actos, tanto expertos como responsables de las diversas administraciones públicas, suelen exponer muchos de los problemas que conlleva una mala gestión, así como formulas para tratar de mejorarla en la medida de lo posible.
Cabe reseñar que, en este caso en concreto, señalar todos y cada uno de los problemas que provoca una deficiente gestión del ciclo integral del agua, así como exponer formulas teóricas para mejorarla, suele ser lo mismo de siempre. Unos y otros suelen poner sobre la mesa todo aquello que entienden que se debe hacer para mejorar de forma clara la gestión que se realiza de un bien tan preciado y necesario como es el agua.
Pero una vez expuesta la problemática, llega la realidad que no es otra que la cantidad de dificultades de todo tipo que aparecen a la hora de tratar de hacer efectivas todas la propuestas de mejora expuestas de forma teórica en los sucesivos congresos, conferencias, jornadas o mesas redondas para hablar de todo aquello que debería hacerse cuanto antes en lo que al tratamiento del agua se refiere.
Las teorías están muy bien, pero sistemáticamente empiezan a aparecer miles de dificultades para ponerlas en práctica cuanto antes, por muy evidente que sea su urgencia. Tanto las empresas privadas como las administraciones públicas son fábricas de obstáculos, cuando deberían ser quienes impulsaran las soluciones. En el caso de las empresas siempre va a estar por delante del interés general el margen de beneficios anuales perseguido y en cuanto a la administración, nos guste o no, lo que se suele priorizar son la capacidad de ingresos que una actividad pueda generar y la posibilidad de utilizar los mismos en cuestiones que permitan obtener un rédito político antes que solucionar un problema social.
En lo que a nuestras islas de Eivissa y Formentera se refiere, son muchísimos los problemas derivados del ciclo integral del agua. Deficientes redes tanto de abastecimiento como de recogida de pluviales y residuales (en el caso de estas últimas la insuficiente inversión en redes separadas), escasa inversión en el mantenimiento de las depuradoras en ambas islas, insuficiente inversión en el aprovechamiento de las aguas depuradas, necesidad de ampliación de las plantas desalinizadoras, necesidad de mayor inversión en las redes de abastecimiento para evitar el vergonzante volumen de perdidas por fugas; todo ello son problemas que ya se nos antojan eternos y de difícil solución con el actual sistema.
Cada año que pasa resulta más evidente la urgencia en hacer efectivo el traspaso a los consells insulares de la gestión del ciclo integral del agua, pero de la misma forma también se nos hace más evidente la falta de voluntad del Govern en Palma y la dejadez o incapacidad de las autoridades insulares a la hora de reclamar dicho traspaso, y ello con independencia del color político que gobierne en cada una de las instituciones. El centralismo mallorquín está por encima de la posible coincidencia de colores políticos en los ejecutivos insulares y el autonómico; ni existe ni se vislumbra la más mínima voluntad o interés por parte de Palma en que sean los consells quienes se hagan cargo de gestionar íntegramente el ciclo del agua.
Entre tanto, unos y otros siguen mareando la perdiz y mientras, si bien la recaudación anual por el canon del agua en las Pitiusas es superior a los diez millones de euros, la inversión en obras de mantenimiento, mejoras y nuevas infraestructuras sigue siendo ridícula si nos atenemos a lo que ingresa el Govern. Sin duda habrá otros lugares que se estarán beneficiando de nuestro canon, mientras aquí somos víctimas de una clara desatención.
Pero lo más grave de todo es que necesariamente a uno se le ha de quedar cara de bobo, ya que mientras los partidos siguen poniendo todos los años en sus programas y ponencias que hay que trabajar por la gestión insular del agua, ninguno hace absolutamente nada para que eso sea una realidad. Y es por ello que nada cambia, aquí seguimos con graves problemas enquistados, mientras el dinero para solventarlos se sigue marchando a Palma. Los programas y ponencias, puro papel mojado.
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