Si uno se encuentra en alguna ocasión entre un animalista incapaz de rechazar un buen chuletón y un defensor a ultranza de una visión tradicional de la ganadería partidario de las macrogranjas, lo recomendable, en primera instancia, es quitarse de en medio y dejar que se despellejen entre ellos; una segunda opción consistiría en echarle cuajo al asunto e intentar convencerles de que las razones pueden repartirse; finalmente, y lo que podría dar mejor resultado, es dar con alguien que se haya tomado la cuestión en serio y esté en situación de pronunciarse.
Opinión
Animalistas - ganadería industrial
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