En el aeropuerto de Ibiza me topo con mi amigo Ricardo F. Colmenero, periodista con coña fresca y marinera y cierta vertiente tenebrosa. Enseguida le distraigo de sus tareas y le ofrezco un whisky que rechaza, ajeno a la borrasca Blas que moverá el avión como una coctelera. ¡Ah, qué sobrio rigor guarda cuando marcha al tajo este tierno gallego! Así, no me sorprendería que mantuviera la virginidad psicodélica después de sus apasionantes conversaciones con el chamán humanista Antonio Escohotado.
Y en el vuelo leo con placer su libro Los penúltimos días de Escohotado, que se ha venido a morir a Ibiza con la cabeza privilegiada y absolutamente lúcida, con el corazón erótico y la generosidad de mostrar un nuevo mundo a quien se atreva a preguntarle.
Altos vuelos
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