Una influencer al teléfono pegada se permitió recomendarme una detox para el otoño en una secta de extremos macrobióticos que la reeducan por internet. Por primera vez reparé en esa anodina criatura, pues era del todo asocial y solo mantenía comunicación con su telefonino. Su impertinente consejo me hizo gracia, pues era la hora del aperitivo y solo llevaba tres negronis en el cuerpo, de esos que ayudan a mantener la vertical gravitatoria con cierta cadencia de mambo italiano. Pero claro, la influencer no estaba acostumbrada a las risas, a una conversación chispeante, a la vida real por encima de espejismos virtuales... Por supuesto di a la yonqui cibernética mi consejo personal de que arrojara el móvil a la basura y empezase de una vez a cortejar las rosas de la vida.
Éxtasis
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