San Juan en su primera carta nos dice: «Amemos a Dios porque Él nos amó primero». La seguridad de que Dios nos ama es la raíz de la alegría y gozo del cristiano. Al mismo tiempo, el Señor espera nuestra correspondencia a su amor que se traduce en un deseo sincero de cumplir la Voluntad de Dios, es decir, sus mandamientos, a imitación de Jesucristo, que cumplió la Voluntad del Padre. Nada hay más consolador para nosotros que saber que Dios nos ama siempre, Dios es Amor. El que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. El primer mandamiento y el más importante es: «Amarás a Dios sobre todas las cosas». Jesús insiste en el «mandamiento nuevo».
El mismo lo pone en práctica al dar su vida por nosotros. Cristo después de anunciar su partida resume sus preceptos en uno solo: el mandamiento nuevo. El Señor lo repetirá otras veces en el discurso de la cena. El amor al prójimo estaba ya mandado en el Antiguo Testamento.
No puede separarse el amor al prójimo del amor a Dios. ¿Cómo puede conocerse, cómo puede hacerse patente el amor a Dios?. Amando a todo el mundo, ese amor auténtico incluye el amor a los enemigos, y devolver bien por mal. La medida del amor cristiano no está en el corazón del hombre, sino en el corazón de Cristo, que entrega su vida en la cruz por la redención de todos. Tiene su mérito el amor altruista, el hacer el bien siempre es muy grato al Señor, hágalo quien lo haga.
En el Juicio final, Dios premiará a los que hayan practicado las Obras de Misericordia. Los justos preguntarán al Rey (Jesucristo). ¿ Cuándo te dimos de comer? ¿Cuándo te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos enfermo y te visitamos? ¿Cuándo estuviste en la cárcel y fuimos a verte? Esto es verdadero amor a Dios. Aunque muchos ignoraban que lo hacían al mismo Jesucristo. «Venid benditos de mi Padre...». Esto es amor en acción. Esto es verdadero amor a Dios. No hablemos de amor, practiquémoslo. No hagamos buenas obras, para que nos alaben, por interés, por gratitud, para sacar algún provecho material, por egoísmo, para quedar bien ante la sociedad. Santa Juana Chantal sabía muy bien lo que hacía al besar a un enfermo: «Beso las llagas de Cristo».
Los cristianos debemos amar mucho a todos, en especial a los que sufren.
Amemos a Cristo en toda persona que necesita amor y cariño.
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