La presidenta del Govern, Francina Armengol, ha manifestado en el Día de les Illes Balears que la economía balear tiene que diversificarse. Ella cree si la situación económica es tan dramática en Balears se debe a que dependemos tanto del turismo.

Se trata del discurso que suele hacer la izquierda, que le molesta que vengan tantos turistas pero que son incapaces de ofrecer alternativas productivas. Recuerdo que cuando estalló la pandemia en marzo del año pasado el vicepresidente del Govern dijo que la instalación de placas solares podrían convertirse en una alternativa al turismo e incluso anunció que se crearían 17.000 puestos de trabajo en Balears. Por supuesto nadie sabe nada del asunto, pero como concepto está muy bien, aunque luego choque con la realidad económica de las Islas. Pero cuando es la presidenta del Govern la que pide alternativas al turismo la situación ya alcanza otra dimensión política. Vale, pongamos por caso que no hay que depender tanto del turismo, ¿qué alternativas hay? ¿Piensa el Govern destinar menos dinero en asesores o jefes de propaganda y más recursos en investigación? ¿Está dispuesto el Ejecutivo progresista y ecologista a reindustrializar las islas con el coste medio ambiental que supondría? ¿Vamos a depender de la agricultura o la pesca, sectores que han sido históricamente olvidados?


Cuando se habla de estas cosas debería hacerse con rigor porque, recordemos, el Govern de Armengol aprobó una norma en el Parlament hace apenas unos meses para poder ampliar los hoteles en un 10 por ciento para compensar la caída económica provocada por la pandemia. Es decir, la construcción y el turismo han sido la única alternativa real que nos han presentado desde el Govern para paliar la crisis económica. Con estos argumentos, claro, hay motivos más que suficientes para desconfiar que este gobierno nos pueda sacar de este agujero.