"No soy un loco, soy caparrut". Palabras de Toni Vingut en el programa DxTEF del lunes. Cortita y al pie, que diría la leyenda Alfredo Di Stéfano. Caparrut, obstinado en grandes dosis, y mucho cerebro para culminar los 8.000 kilómetros del Rally Dakar, el raid con mayúsculas, una de las pruebas deportivas más duras del planeta y a la que este año se sumaba el condicionante del Covid. El viernes cruzaba a lomos de su quad la última línea de meta en Jeddah y se convertía en el primer eivissenc que completa el rally raid por antonomasia.
Caparrut y hombre de palabra. El lunes visitó la TEF con la medalla que le acreditaba como finisher del Dakar. La gesta rubricada tras una épica penúltima etapa en la que todo el esfuerzo estuvo a punto de irse al garete por problemas en el motor tuvo su merecida recompensa y reconocimiento para un fenómeno que vive por y para el deporte del motor desde bien pequeño. El primer logro del portmanyí Toni Vingut fue correr por segundo año consecutivo la mítica aventura fraguada por Thierry Sabine en 1977. El siguiente paso era completar el recorrido que enlaza tramos por dunas eternas, con otras en las que el protagonista o el obstáculo son el barro, las rocas o la vegetación, un recorrido extremo solo apto para unos pocos elegidos. Y todo lo gestó con un quad y unos repuestos más bien justos: nada que ver con los grandes nombres y presupuestos de la prueba. Y donde los sous no alcanzan, Vingut lo compensa con la tenacidad de la que siempre hace gala el piloto de Sant Antoni.
El mayor premio para el piloto de Portmany le esperaba en forma de sorpresa al aterrizar a primera hora del domingo en la isla, en su casa. Decenas de vecinos, manteniendo las distancias, desfilaron sobre cuatro o dos ruedas luciendo el 174, el dorsal que llevó en el Dakar el llamado a ser deportista del año de Ibiza.
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