Los que me conocen saben que simpatizo con el Atlético de Madrid. Me viene de familia. Mi abuelo Leandro acudía religiosamente cada 15 días al Vicente Calderón a seguir a su Atleti junto a su hijo –mi padre–, mi abuela Trini y sus amigos. De hecho, el Rober fue socio desde casi el mismo día que nació. Yo fui muchas veces con ellos y aún guardo en mi memoria el olor a puro de mi abuelo, el de la bota de vino cuando se la pasaban entre los amigos, el sonido del papel de periódico que envolvía el bocadillo y los gritos a un señor de negro, sus acompañantes y los contrarios cada vez que había una jugada que no gustaba. Nunca entendí cómo se podía insultar tanto cuando la jugada había pasado a casi cien metros de distancia del Fondo Norte, donde estábamos nosotros. Pasan los años y sigo sin entenderlo. Con el paso de los años, mi padre se volvió un descreído del fútbol. Le pasaron factura los desmanes de Jesús Gil en su querido Atleti y que esto del balompié se convirtiera en un negocio.
Opinión / Manu Gon
Fútbol es fútbol, sin insultos
17/01/20 4:01
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3 comentarios
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Tienes toda la razón en lo del comportamiento de una parte del público del futbol, pero el tono en que esta escrito el artículo, la moralina , el sacar a toda tu familia parece una clase de catequesis. Puedo equivocarrme, pero con lo de tu abuelo y su equipo creo que te repites.
Somos muchos los que no vamos precisamente por ese exceso de violencia. Y al final la asociamos tanto al deporte que rechazamos hasta el apartado deportivo de los telediarios. Y tan felices!
Por favor!