Regresa donde has sentido que despegabas. Hazlo en vuelo regular, en barco, en coche, andando, nadando o corriendo. Pisa el cielo de Madrid, de Granada o de Venecia otra vez, y si algo o alguien allí se ha despertado, se ha movido o, sencillamente, te ha olvidado, crea nuevos recuerdos que se sumen a los que un día sentiste.
Si has sentido amor por alguien, alimenta cada día ese sentimiento y protégelo para que nunca se apague. Pégate a su luz para hacer la tuya más fuerte y alimentar su llama, coged impulso juntos con los ojos cerrados, saltad sintiéndonos el punto de apoyo del otro y moved el mundo, resguardando en una caja sin llave el miedo a perderos en el abismo del dolor o de la rutina, que son al final dos de nuestros temores más secretos.
Si algo o alguien te ha hecho reír hasta desencajarte las tripas o ha desbloqueado algo roto o herido de tu interior y te ha conmovido, evoca ese instante y reprodúcelo cuando estés triste o descorazonado, o aun mejor, vuelve a tocar las teclas que te permitan revivirlo hasta que el crepitar de esa carcajada o de esa lágrima de emoción sean tu banda sonora.
Si tu compañero de viaje emprendió una marcha sin retorno, no te pares, continúa por los dos, disfruta el doble y dedícale cada nuevo trofeo. Si en cambio no supo apreciarte y su camino se bifurcó hacia otros más terrenales, deséale buena suerte y confía en la tuya. Si el amor no te sonríe no le pongas mala cara e invierte tus energías en la amistad y en la familia, cuyo cariño certero es a veces más puro y llena más que los atracones de deseo falto de afecto. Pero en todos los casos, suma, sigue y no dejes de crecer.
Algunas veces necesitamos respirar profundamente un lugar para aprender a olerlo, escucharlo atentamente para entender sus sonidos y acariciarlo delicadamente para sentirlo. Leer una decena de veces su historia para comprenderla y tocar cada piedra para entenderla. Algunas veces necesitamos salir de nuestro nido para descubrir lo grande que es el mundo y lo pequeños que somos, y al final, relativizar y aprender a querernos.
Si has sido feliz con alguien en un destino cualquiera, un día sin nombre ni fecha, sacúdete el miedo y regresa, aunque sea asido a otra mano y a otros ojos. No importa si tus nuevas vivencias son diferentes o menos sorprendentes, porque serán tuyas y actuales y estarán destinadas a seguir escribiendo tu historia: la de la persona que escogió haber vivido.
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