El diputado tránsfuga Salvador Aguilera ha sido el primer parlamentario, y eso tiene mérito, en denunciar ante la Inspección de Trabajo las condiciones en las que trabaja en la Cámara balear. Dice que su asesor no dispone de los medios necesarios para ejercer sus funciones y exige la intervención de la Inspección, que al recibir la queja imagino que se habrán tronchado de risa.
Hay que situarse. Aguilera ha cobrado estos últimos meses, desde que dejó Podemos, unos 3.000 euros al mes. Los lunes no hay actividad parlamentaria, y tampoco suele haber los viernes. O sea, trabaja martes, miércoles y jueves, y no creo que llegue ni un día a las ocho horas. Sábado y domingo tiene libre. Además del generoso sueldo por lo que produce, Aguilera vuela gratis, e imagino que le recoge un chófer en el aeropuerto de Palma como al resto de diputados de Ibiza, Menorca y Formentera. Le pagan la comida, el desayuno y la cena, y también el hotel, a no ser que duerma en los despachos del Parlament como hacía su compañera del Grupo Mixto Montse Seijas. Si se gestiona bien al dieta, aún gana dinero. ¿Alguien con sentido común puede entender que con estas condiciones haya alguien que presente una denuncia ante Inspección de Trabajo? Y además tiene asesor, que poco le debe asesorar para que cometa estas atrocidades políticas.
Para tranquilidad de los miles de ciudadanos que votaron a Aguilera en las pasadas elecciones y que ahora se sentirán huérfanos (recordemos que fue por ellos que no dejó el acta de diputado al abandonar Podemos porque no le dejaban ir a tertulias) hay que subrayar que en pocos días se disolverá el Parlament. Y personajes como este diputado, y algunos más, no volverán a pisar más la Cámara balear. Pero después de este lamentable episodio solo se le me ocurre decir una cosa: márchese a casa por favor.
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