Todo es mentira, de Álvaro Fernández Armero, fue la primera película del ‘nuevo cine español’ que me enganchó sin remedio a un género que desde aquel 1994 no deja de presentarnos propuestas de gran calidad como hemos visto estos días con Arde Madrid, Tu hijo o Quién te cantará. Aquel fue un comienzo icónico para el cine patrio; Salto al vacío nos dejó tiritando con una Najwa Nimri apoteósica, a pesar de que rotativos nacionales adelantaban que el declive de las salas comenzaba a titilar con la pérdida de 1,5 millones de espectadores. Desde entonces, nosotros, los que crecimos dándonos la mano entre butacas, temblamos con Tesis o Abre los Ojos, nos enamoramos de los Amantes del Círculo Polar, soñamos con ser ‘Chicas Almodóvar’ en cualquiera de sus proyectos, seguimos la estela de Icíar Bollaín, con su Hola, ¿estás sola?, quisimos ver Formentera con la mirada de Julio Medem y vibramos con A los que aman, de Isabel Coixet.
Opinión/Montse Monsalve
Todo es mentira
18/11/18 4:01
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