Es cierto que algunos chiringuitos los ofertan desde junio, pero la diferencia de sabor es la que va del kentucky-fucked-chicken a un pollo payés. Los traen del delta del Ebro, pero siguen cobrando su peso en oro. Por eso es bueno saber dónde ir y qué pedir, y si te clavan la hijuela –como va siendo habitual—, al menos date el gusto de comer dignamente.
¡Hay tantos nuevos garitos que proliferan gracias al mentiroso marketing y gastrónomos mercenarios! Que si un chef estrellado, que si unos espectáculos o inarmónicos pinchadiscos que aligeran la sobremesa de aburridos comensales ignaros del arte de la conversación, que si unas novedosas fusiones que envenenan a cándidos incautos, etcétera.
Naturalmente que hay algunas novedades que pueden ser magníficas, pero todo gourmet sabe (pese a la tan cacareada globalización) que lo mejor son siempre los productos de temporada de la propia tierra, cuando no hace falta enmascarar el sabor. La cultura nos dice que la buena mesa es una ceremonia.
Y ahora es la época de los mordiscos del raor y hay pescadores que recitan un pasaje de Homero mientras ponen corazón de cordero en el cebo.
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