A los gobiernos recién estrenados se les suelen conceder cien días de gracia. Es una especie de norma de cortesía, una ley no escrita que tiene un componente práctico, ya que al nuevo equipo de gobierno le sirve para aterrizar con un poco de tranquilidad, mientras que a la oposición le sirve para comenzar a afilar los dientes.
Esta vez, sin embargo, creo que no serán ni cien días ni tres ni dos minutos. Y no por la presión de la oposición, que está a punto de dimitir incluso antes de las generales, sino por la presión de los medios. En Madrid, se ha empezado muy fuerte con los chistecitos de Guillermo Zapata, ciertamente desagradables; es un tema que puede dejar muy tocado al gobierno de Ahora Madrid ya desde el minuto uno. Pero, aquí, con un inicio de legislatura absolutamente normal en los ayuntamientos, también se observa más que nunca qué hacen o dejan de hacer los nuevos equipos de gobierno, especialmente los que incluyen en su seno a alguno de los llamados partidos emergentes (o sea, Vila y Sant Antoni, porque en Sant Josep el PSOE gobierna solo).
Creo que la razón hay que buscarla justamente en esos partidos: Podemos, Guanyem, Reinicia o Ahora Madrid en la capital de España han exigido a los demás tal grado de pureza, que, ahora, me temo que no les van a dejar pasar ni una. En parte, por lo menos en parte, es justo. Y, sin embargo, sigue siendo imprescindible que un equipo de gobierno disfrute de un cierto tiempo para adaptarse a aquello que siempre permanece: los funcionarios.
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