Ayer, sábado 13 de junio, en nuestra diócesis tuvimos la ordenación de un nuevo presbítero, el Rvdo. José Alexander Quintero, que primero como seminarista y después como diácono ha estado sirviendo a nuestra Iglesia diocesana, Es un motivo para dar gracias a Dios, pues su ordenación nos permite mirar con confianza nuestro futuro. Hace unos pocos meses, el pasado mes de febrero acabó sus muchos años de servicio a la Iglesia en Ibiza y Formentera un sacerdote querido y estimado, Don Pep Costa, que falleció el día 22 de febrero, después de haber servido en diversas parroquias. Ayudándonos a mantener el número de presbíteros, José Alexander ha sido acogido entre nosotros y se ha vinculado como presbítero a nuestra diócesis.
La Iglesia busca servir y con el compromiso y la colaboración de todos sus miembros, de todos los bautizados, desea extender y dilatar el Reino de Dios, el Reino de la verdad y la vida, el Reino de la santidad y la gracia, el Reino de la justicia, del amor y de la paz (Cf. Lumen Gentium 36). Y ello no metafóricamente, sino realmente, y eso nos concede a todos una vocación, una llamada especial, un encargo que hemos de cumplir en los años de nuestra estancia en esta tierra: anunciar quién es Jesús, que Él ha resucitado y que sólo en Él está la salvación. Y eso hemos de hacerlo con libertad y eficacia, siempre y en todo lugar, y no sólo con las palabras, sino sobre todo con los hechos de nuestra vida, vida de los hijos de Dios. A algunos de los bautizados el Señor les hace otra llamada, la llamada al sacerdocio mediante el Sacramento del Orden sacerdotal.
Gracias a Dios, en los últimos años vamos teniendo ordenaciones de sacerdotes y es previsible que sea así también en un futuro próximo. Y al darle gracias a Dios por eso, que es una de sus muchas manifestaciones de amor por nosotros, hemos de asumir y promover esa situación para nuestro bien. En efecto todas las vocaciones, las llamadas que Dios hace a cada hijo suyo de acuerdo con las condiciones que da, son importantes para la vida de la Iglesia y en consecuencia, para el verdadero progreso de la sociedad. Particular importancia tienen las vocaciones sea al sacerdocio, sea a la vida consagrada, sea por las funciones de servicio, de guía de la comunidad, de testimonio.
Sin embargo, en ocasiones les es difícil a muchos jóvenes comprometerse en la fascinante aventura de servir a Cristo, a la Iglesia y a los hermanos. Podríamos señalar, entre ellas la influencia del materialismo, el hedonismo, el consumismo, el permisivismo moral, que hacen difícil no sólo la vocación al sacerdocio o la vida consagrada, sino incluso a la misma vida cristiana.
Por ello, hemos de ir por la vida de forma más clara y concisa. En primer lugar todos los bautizados hemos de vivir una existencia cristiana siempre coherente con la fe; si los jóvenes ven cristianos convencidos y coherentes, será más fácil para ellos sentir el incentivo para seguir más radicalmente a Cristo y acoger su eventual llamada al sacerdocio.
Importante también es que las familias cristianas vivan en espíritu de fe, de fidelidad a las prácticas religiosas, a mantener el compromiso de vivir según las enseñanzas del Evangelio, y muy especialmente que los padres sean buenos educadores de la fe de sus hijos con las palabras y con el ejemplo, presentando a los hijos los grandes ideales por los cuales vale la pena vivir.
Finalmente, las comunidades cristianas, las parroquias, los grupos y movimientos apostólicos sean realidades donde se viva en comunión fraterna, en servicio a todos, especialmente a los más necesitados, y se fomente el espíritu misionero. Y en esas comunidades los sacerdotes hemos de ir adelante demostrando el entusiasmo y la alegría de ofrecer nuestra vida por la gloria de Dios y el bien de las almas.
Alegrándonos, pues, por la ordenación de ayer, pongamos todos nuestra aportación para que no nos falten nunca y se acrecienten siempre las llamadas nuestros jóvenes para que sean los sacerdotes y religiosos y religiosas que hagan el bien en Ibiza y Formentera.
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