No ha sido sencillo, pero al final el Govern ha aprobado el llamado 'decreto Nadal', la norma que tiene que posibilitar la modernización de la planta hotelera de Balears. Hay que decir sin ambages que una disposición de estas características era imprescindible por diversas razones. La primera y fundamental es para que nuestra principal industria, el turismo, no pierda ni un ápice de su competividad frente a otros destinos y la segunda, no menos importante, responde a la oportunidad de la medida como revitalizador de la inversión en una coyuntura económica adversa.
La determinación del titular de la Conselleria de Turisme, Miquel Nadal, ha sido imprescindible para que, al final, el decreto haya conseguido el visto bueno del Govern. Después de vencer las reticencias del Bloc y aminorar las pretensiones del sector hotelero, el conseller del ramo ha logrado sacar adelante 'su' decreto de manera consensuada tanto política como empresarialmente, sólo los ecologistas del GOB han manifestado su oposición frontal a las medidas aprobadas. El PP, por su parte, ha solicitado la tramitación parlamentaria del decreto para poder realizar sus aportaciones, una posibilidad que no ha descartado el president Antich.
De todos modos, la justificación -en definitiva el éxito- del 'decreto Nadal' reside en la respuesta del sector hotelero balear a las importantes posibilidades que ofrece. Cabe apelar a la responsabilidad empresarial, y a la actitud vigilante de la Administración, para que la nueva normativa no se traduzca en un pozo descontrolado de picaresca destinada a ampliar de manera irregular los establecimientos turísticos. Sin querer pecar de grandilocuencia no se puede obviar que Balears se juega su futuro.
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