La ola de frío siberiano que se ha instalado sobre el nordeste y centro de la Península ha provocado un monumental colapso circulatorio en el que miles de ciudadanos han quedado atrapados y los servicios de emergencia desbordados, una situación de caos que parece haber sido más consecuencia de la imprevisión que de la rigurosidad meteorológica. Balears también se ha acabado viendo afectada una vez que se decretó el cierre del aeropuerto de Madrid-Barajas que obligó a la suspensión de vuelos previstos y el desvío a Son Sant Joan de otros que tenían como destino la capital de España.
Los fenómenos meteorológicos son, gracias a los avances técnicos, mucho más predecibles que hace unos años, aunque ello no significa que los pronósticos sean infalibles. Ello no es excusa para que medio país quede paralizado como consecuencia de la nieve acumulada en las carreteras, puertos de montaña y pistas del principal aeropuerto internacional de España. La de ayer no es la primera ocasión en que la meteorología pone en evidencia la incapacidad de los servicios de emergencia, los cuales se encuentran desbordados por una falta de planificación previa en la distribución de los recursos disponibles.
Cabe destacar que ningún estamento oficial había advertido del peligro que entrañaba la tormenta que ha provocado las importantes nevadas sobre extensas áreas de la Península. Este es el problema que no se logra resolver en España, una imprevisión que obliga a actuar de manera improvisada. Miles de ciudadanos, y entre ellos centenares de residentes en las Islas, recordarán estas fechas no sólo por la meteorología adversa sino también por la incapacidad de la Administración de hacerle frente con un mínimo de eficacia.
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