Los informes económicos más recientes certifican que lo que era hasta hace tres meses un frenazo en el crecimiento económico ha cobrado cuerpo en forma de crisis en una evolución que habla no sólo de cifras bajas o un eventual 'crecimiento cero', sino, incluso, de cifras negativas (encogimiento de la actividad y valor) que acaben con una situación hasta hace dos años de gran progreso. El presidente del Govern balear, Francesc Antich, ofreció el martes en una comparecencia extraordinaria en el Parlament su receta para amortiguar lo que sabe que es una coyuntura internacional que se basa en el compromiso de que las administraciones regionales seguirán promoviendo una actividad constante en varios frentes que incluye el mantenimiento de inversiones públicas, aplicación de medidas tributarias especiales y operaciones de crédito para garantizar la solvencia financiera del tejido empresarial, así como acciones que den pie a que el mercado inmobiliario no entre en parálisis en operaciones que, además, favorezcan la existencia de viviendas en régimen protegido. Es una receta estándar que a priori no tiene que hacer ningún mal, pese a que el ciudadano que sienta en sus carnes los efectos del empeoramiento económico adquiera la percepción de que algunas de las prioridades están cambiadas. Sin embargo, el resultado es incierto desde el momento en que es la coyuntura nacional e internacional la que ha provocado el desnivel socioeconómico y que las medidas locales o regionales sólo pueden amortiguar y reducir los bandazos de la crisis. También el factor psicológico será fundamental para afrontar los al menos dos años de zozobra e inseguridad, un aspecto que, por otro lado, ningún gobierno cuida lo suficiente.