Aunque pueda entenderse como una anécdota, lo cierto es que la oferta de 7 euros por una habitación en un complejo turístico de Mallorca es una noticia preocupante. Cuando apenas ha comenzado la temporada, ya hay empresarios que tiran el precio del alojamiento con el objetivo de reactivar una demanda que no está cumpliendo las expectativas iniciales, además de pretender captar clientes con los que mejorar el grado de ocupación a pesar de la dudosa rentabilidad de estas prácticas.

Es injusto generalizar este comportamiento entre el empresariado turístico balear, el cual ha dado suficientes pruebas de su madurez. No obstante, por desgracia, los hay que siguen aplicando estrategias que acaban lesionando al conjunto del sector lanzando al mercado ofertas a la baja que en nada benefician a Balears como destino turístico. La apuesta por una bajada de los precios no favorece a nadie, genera una demanda de nulo poder adquisitivo.

En un marco de libre mercado no se puede requerir la intervención oficial, imposible por otra parte, sólo cabe apelar al sentido común y al trabajo que el propio sector turístico de las Islas puede hacer para contrarrestar la mala imagen que provocan estas actitudes que, en la mejor de las hipótesis, cabe calificar de irresponsables. Llenar camas a 7 euros la noche no interesa, no es que el empresario pierda dinero; lo pierde el conjunto de la sociedad balear.

Con toda probabilidad, la oferta será temporal y dentro de unas semanas será retirada del portal de internet. Sin embargo, sus consecuencias permanecerán como el freno a la posibilidad de crear una industria turística capaz de mantenerse gracias a su excelente relación de calidad y precio, no sólo al precio. Una cuestión que todavía hay empresarios que no quieren entender.