La precampaña electoral se está acelerando cuando apenas faltan cuatro semanas para la cita definitiva del 9 de marzo, momento en el que los electores están llamados a votar. En esta fase de la lucha política, el Partido Popular está lanzando una serie de iniciativas que tratan de marcar el tempo del debate, tratando de dejar en evidencia al PSOE, que se ve obligado a entrar en temas que no figuran en su agenda.
Esta estrategia, clásica ante una convocatoria electoral, ha entrado en una dinámica que puede resultar peligrosa al plantear el Partido Popular, sin la precisa concreción, las condiciones sobre las futuras condiciones exigibles para la regularización de los inmigrantes que llegan a España. Los desafortunados comentarios del ex ministro Arias Cañete sobre el uso de la sanidad pública por parte de estos colectivos, la exigencia de cumplimiento de un código de usos y costumbres españolas a los recién llegados, o facilitar la entrada sólo a quienes demuestren un mínimo de formación, según las manifestaciones de Rajoy y las incorporaciones a su programa de Gobierno, son cuestiones demasiado importantes como para resolverse en un rifirafe dialéctico.
Aventar, como parece, propuestas sobre la inmigración sin el más mínimo rigor y sólo con la esperanza de obtener un beneficio electoral es poco, muy poco serio para un candidato que tiene posibilidades ciertas de llegar a presidente del Gobierno, como es el caso de Mariano Rajoy. Del mismo modo que minimizar la cuestión o convertirla en asunto de 'chanza' desde el Ejecutivo, tampoco es serio, por cuanto es un tema que debe abordarse con seriedad antes o después.
La inmigración es un fenómeno que merece un debate profundo y no oportunista, como da la impresión de que se está planteando en estos días de clima preelectoral.
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