El resultado de las últimas elecciones autonómicas, en las que el PP no obtuvo la mayoría absoluta, obligaba a los partidos políticos a pactar para formar gobiernos en el Ejecutivo autonómico, en el Consell de Mallorca y en el Ajuntament de Palma. Sólo había dos pactos posibles: PP-UM y PSOE-UM-Bloc. Unió Mallorquina tenía, una vez más, la llave de la gobernabilidad, y ha optado por un acuerdo de centro-izquierda. Los conservadores no han ocultado su disgusto, argumentando que representan al 47% del electorado. Y han cargado duramente contra la presidenta de UM, a la que responsabilizan de su nada cómoda situación actual. No deja de ser curioso que ahora se sorprendan de que UM no haya querido pactar con ellos, cuando precisamente eso es lo que querían: no tener que pactar nunca más con UM.

Ahora y en los próximos meses y años deberán reflexionar si persisten en la idea, no de la mayoría absoluta, que es muy legítima, sino en la del «todo o nada», que ha tenido para ellos tan fatales consecuencias. O si quieren apostar, una vez cicatrizadas las heridas, por recomponer una alianza de centro-derecha. Pero todavía falta mucho tiempo. Hay por delante unas elecciones generales y un congreso del PP balear.

Ahora hay otro pacto, el de centro-izquierda. Ocho años después del primer Pacte de Progrés hay que admitir que las cosas se están haciendo mejor. Son conscientes de los errores que se cometieron y de que están siendo observados tanto por sus propios votantes, como por los electores del PP. Unos y otros, por diferentes motivos, están pendientes de cualquier desliz. Pero esta vez el Pacte tiene una base más sólida: se ha consensuado un programa, se han implicado todos los partidos en todas las instituciones y se están adoptando medidas para evitar situaciones que puedan desembocar en crisis. Si han aprendido la lección todos saldremos ganando. Balears no puede permitirse una repetición de aquellos errores que definieron al primer Govern de Progrés.