La celebración del Día Mundial contra el Sida ha traído consigo unas cifras escalofriantes y, a la vez, esperanzadoras. Desde que hace 25 años se descubriera la enfermedad, han fallecido más de 25 millones de personas en todo el mundo y más de 47.000 lo han hecho en España. La cifra es alarmante y lo es más si se tiene en cuenta que en 2005 se registraron en nuestro país casi 1.700 nuevos casos de sida, cantidad no tan desorbitada si se tiene en cuenta que hace 10 años el porcentaje de nuevos casos casi se duplicaba.
El sida debe seguir siendo considerado como una prioridad sanitaria, al margen de las necesarias campañas de prevención que se realizan desde hace más de dos décadas en los países más desarrollados y que, sin duda, han favorecido la reducción de los contagios.
A pesar de todo ello, España sigue siendo uno de los países con mayor incidencia de la enfermedad en Europa occidental, algo que continúa preocupando al Gobierno y que intenta minimizar con nuevas campañas dirigidas al necesario respeto al enfermo y a la detección voluntaria del virus.
A pesar de los logrados avances conseguidos en los países desarrollados, no hay que olvidar que una gran parte de la población afectada por el virus no tiene acceso a los tratamientos de retrovirales. La gran asignatura pendiente de la ONU se centra en atender a los grupos más vulnerables que viven con el VIH y que, por regla general, viven en países subdesarrollados. Àfrica es el continente que más lo sufre sin que, por el momento, se hayan adoptado a nivel internacional las políticas adecuadas para pensar, definitivamente, en derrotar la epidemia. Es, sin duda, un compromiso urgente y necesario.
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