Una semana después de que el pesquero almeriense «Francisco y Catalina» informara sobre una patera a la deriva en el Mediterráneo con más de 50 inmigrantes a bordo, ha terminado un problema que ha reactivado la crisis en la política de la Unión Europea sobre inmigración. Han tenido que pasar siete días para alcanzar un acuerdo casi forzoso sobre dónde «dejar» a los irregulares rescatados. La negativa de Malta a acoger a los inmigrantes y el lento proceso de acuerdos entre los países de la UE ha dado una lamentable imagen de falta de humanidad y falta de voluntad para solucionar una acogida presumiblemente inmediata.

Además de comprobar la ausencia de una política común de la Unión Europea en temas migratorios, la cooperación manifiesta entre algunos de los países miembros ha quedado de nuevo sobre el papel. Al parecer, los acuerdos adoptados hasta la fecha no han sido lo suficientemente explícitos o comprometidos como para actuar en un momento de urgencia.

Europa no ha sabido responder y España lo ha hecho muy tarde. Organismos como Cruz Roja y partidos políticos como Izquierda Unida comparten la idea de que el Gobierno de Zapatero habría tenido que acoger a los inmigrantes de forma inmediata, a la espera de unas resoluciones políticas lentas y poco generosas.

El patrón del «Francisco y Catalina» ha dado un ejemplo a Italia, Malta y España aceptando en su pesquero a personas indocumentadas que se encontraban en serio peligro. Sólo faltaría que la precaria reacción europea desmotivase a futuros patrones que encuentren en sus aguas a inmigrantes con graves problemas de supervivencia.

Sería una pena muy comprensible.