Ya está el nuevo Estatut d'Autonomia de Catalunya en capilla. Ante la sorpresa de muchos, los tres ponentes catalanes encargados de «vender» este controvertido producto ante los diputados sentados en el Congreso lanzaron a la nación un discurso repleto de seny, conciliador y sentimental, al que José Luis Rodríguez Zapatero respondió con madurez y cortesía y Mariano Rajoy, con el tono apocalíptico que tanto le gusta emplear a su partido cuando se trata el tema territorial. Pero vayamos por partes. La reforma estatutaria tiene dos componentes fundamentales: uno, el reconocimiento de Catalunya como nación; y dos, una mejora sustancial de la financiación de esta Comunitat. El primero de ellos, a día de hoy, es una referencia puramente sentimental, más para satisfacer a los corazones nacionalistas que para dañar a nadie. Otra cuestión bien distinta es la financiación, donde verdaderamente la actual redacción del Estatut afecta a un sistema de solidaridad entre regiones que se ha sostenido durante casi treinta años con no pocas tiranteces.
Editorial
Un largo camino para el Estatut
03/11/05 0:00
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