Muchas veces la acción decidida y valiente de una minoría ha hecho posible el necesario equilibrio entre los planes políticos del poder -a veces demasiado arrolladores- y la garantía de que la sociedad conserve algunos de sus valores más intrínsecos. Es lo que ahora trata de hacer la plataforma «Salvem Mallorca», constituida en la voz de miles de ciudadanos que encuentran exagerados los proyectos urbanizadores y de carreteras del Govern. «Salvem Mallorca» representa a una importante parte de la ciudadanía, activa y crítica, frente a una mayoría que es partidaria de contar con vías más rápidas y seguras, pero constituye también la necesaria «voz de la conciencia» que nos obliga a mirar con detenimiento hacia dónde camina Mallorca. Porque nuestro principal patrimonio lo integran los valores medioambientales y paisajísticos que es preciso preservar y proteger.

Por supuesto que hay que mejorar las infraestructuras a medida que la sociedad avanza, pero siempre con la exigencia de no alterar el fundamento, la base de nuestra forma de ser y de vivir y, desde luego, de nuestro futuro.

Nuestras instituciones deben tener siempre presente que los ciudadanos necesitan comodidades y facilidades, pero por encima de esto está la esencia de nuestra industria turística y de nuestra particular idiosincrasia: en un territorio limitado y privilegiado destruir el paisaje es apostar por la ruina. Potenciar, en cambio, el transporte público y quizá una forma de vida menos acelerada serían las opciones idóneas en lo que antaño fue «la isla de la calma».

No es una tarea fácil y es bueno que se apueste por el desarrollo, pero con el escrupuloso respeto a un entorno idílico que atrae a millones de visitantes cada año. El lema «Salvem Mallorca» debería unirnos a todos en una tarea colectiva sin distinción de ideologías y no provocar nuevos enfrentamientos.