Cansados de contemplar una y otra vez cómo la naturaleza más cruel se ceba en las poblaciones más vulnerables del planeta, lo último que deseamos es comprobar que también los gobiernos del mundo civilizado les tienen reservado a los más débiles un futuro implacable. Lo que está ocurriendo en las vallas de Ceuta y Melilla no tiene justificación posible. Que nuestras autoridades cumplan la ley devolviendo al país de origen -o al último que pisaron, en este caso- a los inmigrantes ilegales que cruzan la frontera entra dentro de lo cabal, de lo legal. Lo que no tiene nombre es que Marruecos se deshaga de estas personas no mandándolas de vuelta a sus países, sino abandonándolas a su suerte en el desierto del Sáhara, donde ya han perecido varios víctimas de la sed.
Editorial
Un drama de enorme magnitud
15/10/05 0:00
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