Marruecos y España tienen una nueva oportunidad para afianzar soluciones en temas de inmigración, reducir el tráfico de menores y realizar un control más eficaz de las fronteras terrestres. Ayer comenzó la Reunión de Alto Nivel (RAN) entre ambos países, un encuentro en el que quieren reforzar una confianza mutua que, por el momento, se ve ensombrecida por las dos últimas avalanchas de inmigrantes subsaharianos que han entrado en España de forma ilegal. Esta semana más de 200 extranjeros han cruzado la valla que separa Marruecos de Melilla y esta ciudad ya no tiene capacidad para dar respuesta a semejante avalancha.

Está claro que las medidas adoptadas tanto por España como por Marruecos no han dado hasta la fecha los resultados esperados. En los montes marroquíes se agrupan durante semanas centenares de inmigrantes a la espera de poder cruzar la valla. Al parecer, Marruecos no realiza el suficiente control sobre esos miles de subsaharianos a los que da el tiempo necesario para construir sus escaleras de cuatro metros y diseñar su estrategia de paso. Ayer, al igual que España, Marruecos anunció el envío de 1.600 gendarmes para controlar las fronteras en Ceuta y Melilla, medida que llega tarde y con interrogantes.

España, por su parte, ha optado por enviar 480 solados y ha acordado con Marruecos abrir una investigación inmediata de los últimos sucesos ocurridos en Ceuta, donde han muerto cinco personas al intentar saltar la verja que separa Ceuta de Marruecos.

No habría que hablar de investigación, sino de soluciones rápidas a un problema que se repite cada mes. Ni Marruecos ni España se han tomado en serio un tema en el que está en juego la vida de cientos de personas. A pesar del malestar generado por los últimos sucesos, el Gobierno español dice que vive un «momento dulce» en las relaciones con el Ejecutivo marroquí. Curiosamente, y de forma incomprensible, ni Ceuta ni Melilla han sido invitadas a participar en la reunión que comenzó ayer, como si las avalanchas fueran ajenas a ambas ciudades.