En demasiadas ocasiones los períodos de dictaduras en distintos países del mundo se cierran en falso con humillantes leyes que consagran el silencio y el perdón -o sea, la impunidad total- hacia quienes ejecutaron con frialdad y desprecio los crímenes más execrables. Y en muchos casos son entidades privadas, grupos de familiares de las víctimas o las propias víctimas quienes se ven forzados a llevar adelante una labor investigadora y divulgativa que intenta aclarar lo que pasó, sencillamente, para que no vuelva a ocurrir. Ese mismo empeño de buscar la justicia fue el resorte que condujo la larga y fructífera vida de Simon Wiesenthal, el famoso «cazanazis» que ayer dejó de respirar, a los 96 años, después de descubrir y entregar a las autoridades a más de un millar de criminales hitlerianos que habían logrado escapar tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, dejando tras de sí la espeluznante cifra de once millones de asesinatos.
Editorial
Wiesenthal, una vida azarosa y un ejemplo
21/09/05 0:00
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