De todos es sabido que el nivel de salarios y de pensiones en
las Islas es uno de los más bajos del Estado, y, sin embargo, en
nuestra Comunitat se están incrementando los precios de la vivienda
a un ritmo frenético que nadie parece capaz de frenar. De ahí que
las familias baleares, que al parecer se encuentran en una de las
posiciones cómodas en cuanto a renta disponible, se vean obligadas
a desembolsar diez años completos de sus ingresos para conseguir
una vivienda propia, mientras la media nacional anda por los seis
años.
El metro cuadrado medio ronda ya los dos mil euros, lo que
significa que un piso normal, de unos cien metros, alcanza la
friolera de 33 millones de pesetas, teniendo en cuenta, claro, las
lógicas variaciones dependiendo de las calidades, el barrio y otros
«extras».
Estas cifras nos han situado en el cuarto lugar a nivel español,
por detrás de los clásicos: Madrid, País Vasco y Catalunya.
A pesar de todo ello, los expertos aseguran que ya se perciben
algunos síntomas de acomodación, es decir, que las subidas siguen
registrándose pero a un ritmo cada vez menos espectacular. Pobre
consuelo para los que se encuentran en el momento de adquirir una
vivienda propia. Porque esta situación ha provocado que el negocio
inmobiliario haya sido el que más ha crecido en Balears, alcanzando
casi un 29% en los últimos cinco años, muy por encima de la media
estatal. ¿Qué significa esto? Que cualquiera de nosotros, los
afortunados propietarios de un piso o una casa, hemos visto en la
venta del inmueble una ocasión de oro para ganar mucho dinero. Y
alrededor de este hecho ha crecido una verdadera flota de
inmobiliarias e intermediarios. Un negocio de grandes beneficios
privados, pero también de alto coste social.
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