Estamos cansados de hablar una y otra vez del coste de la
insularidad, aunque muchas veces nosotros mismos somos incapaces de
cuantificarlo en cifras concretas. Absolutamente todo lo que
consumimos y que procede de la Península o del extranjero conlleva
costes extras debido al transporte marítimo y cada vez que tenemos
que salir de casa nos vemos obligados a coger un barco o un avión,
cuando otros ciudadanos españoles cuentan con las opciones más
económicas: el coche, el tren o el autobús.
Ahora hemos podido ponerle cifras concretas a uno de esos
sobrecostes que tenemos que abonar los habitantes de estas Islas
cuando tomamos un avión: casi doce millones de euros -unos dos mil
millones de pesetas- desembolsamos en 2003 solamente en concepto de
tasas aeroportuarias.
Se trata, a todas luces, de una cantidad astronómica que ha
salido directamente de nuestros bolsillos, del esfuerzo de cada uno
de los baleares que ha salido o entrado en su propia comunidad. Una
barbaridad que denuncia la Cámara de Comercio por su injusticia, si
comparamos estos números con el resto de España.
Así que ya contamos con un argumento más para exigir un poco de
atención hacia una Comunitat que ha demostrado ser solidaria hasta
la extenuación y que siempre ha aceptado lo que se le ha impuesto.
Es hora de reivindicar unos derechos que deben ser escuchados en
Madrid y en Bruselas y que deben hacerse extensibles a todas las
comunidades insulares de Europa.
Vivir aquí es un privilegio, desde luego, pero también conlleva
un alto precio que no deberíamos estar dispuestos a pagar. Eliminar
las tasas aeroportuarias en Balears podría ser un buen primer paso.
Aumentar los descuentos aéreos sería el segundo.
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