Si hemos de presuponer que al finalizar el cuarto curso de
Educación Secundaria Obligatoria (ESO) nuestros estudiantes están
preparados para hacer frente a su futuro laboral y como ciudadanos,
puesto que es hasta ahí hasta donde llega la obligatoriedad de la
educación, tendremos que convenir que su nivel de aprendizaje será
el adecuado para emprender su vida como trabajadores bien
preparados. De ahí que haya que aplaudir la idea de otorgar el
nivel B de catalán a cuantos alumnos superen este curso y no el
nivel C, bastante más complejo, como pretendía antes el Govern,
decisión que provocó un aluvión de protestas y muchas dudas.
Así que con este principio de acuerdo entre el Ejecutivo de
Jaume Matas y los sindicatos parece que el consenso vuelve a
presidir el controvertido asunto del aprendizaje del catalán entre
nuestros estudiantes. Porque el citado acuerdo contempla también la
concesión del nivel C de catalán a los estudiantes que culminen el
segundo curso de Bachillerato, lo que podría suponer un incentivo
para seguir estudiando en una comunidad autónoma en la que gran
parte del alumnado abandona sus estudios a los 16 años para
incorporarse en un mercado laboral muy activo.
Debemos alegrarnos, pues, porque el consenso ha logrado
paralizar las medidas de presión anunciadas por los sindicatos, que
amenazaban con conceder un aprobado general a los alumnos de
catalán. Ayer se impuso el sentido común y, mientras los chicos
obtendrán un reconocimiento oficial a su nivel de dominio del
catalán -casi todas las oposiciones exigen el nivel B-, quienes
prefieran continuar con su educación más allá de la obligatoriedad
también verán recompensados sus esfuerzos alcanzando el nivel
C.
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