Que España es un país eminentemente turístico lo avalan cuatro
décadas de desarrollo desaforado del entramado vacacional, al
tiempo que iban cayendo en decadencia y desapareciendo otras
industrias. De ahí que sorprenda la visión que el Gobierno de José
Luis Rodríguez Zapatero ha tenido en el controvertido asunto de los
Planes de Dinamización y de Excelencia Turística, que han cambiado
de nombre y, al parecer, de espíritu.
La idea era prever una línea de inversiones para modernizar y
actualizar las zonas turísticas que se estaban quedando obsoletas,
para darles una nueva oportunidad de seguir siendo líderes en
ofrecer al visitante todos los servicios que demanda, además de una
imagen más contemporánea.
Los planes debían aplicarse en buena medida en Balears,
especialmente en las zonas más veteranas, que lucían un aspecto
pasado de moda y poco coherente con las aspiraciones del turista de
hoy. Pero el Gobierno Zapatero ha querido cambiar el nombre de esta
iniciativa y, de paso, el fondo.
De forma que nuestras zonas turísticas más anticuadas no podrán
disfrutar de las ayudas directas prometidas, lo que constituye un
auténtico varapalo a los planes del Govern para ir actualizando
toda la red vacacional balear. En Madrid prefieren destinar el
dinero -que ponen comunidades autónomas, ayuntamientos y
Ministerio- a promoción, cuando lo que hace falta es modernizar las
infraestructuras. Promocionar el producto es, desde luego,
imprescindible, pero también lo es que el cliente encuentre al
llegar lo que desea y eso sólo se consigue con inversiones
millonarias, especialmente en lo que concierne a destinos
turísticos maduros, como es el caso de nuestro Archipiélago.
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