El resultado que ha arrojado el referéndum sobre el Tratado para
la Constitución Europea en Francia, con una aplastante victoria del
no, siembra de incertidumbres el proceso de consolidación de la
Unión. Más si tenemos en cuenta que, como aseguraba el presidente
francés, Jacques Chirac, no existe ningún plan alternativo. Y
aunque aún quedan algunos estados en los que el Tratado está
pendiente de ratificación, el resultado francés es mucho más que un
serio revés.
Naturalmente, hay que buscar en la política doméstica algunas de
las razones del descalabro y es evidente que Chirac es quien
sufrirá las consecuencias, aunque también el Gobierno de centro
derecha de Jean Pierre Raffarin probablemente deba someterse a una
profunda remodelación y pensar muy seriamente en un cambio de su
línea. Lo sucedido, sin embargo, no debería llevarnos al
catastrofismo. No es la primera vez que Europa afronta un revés, y
tal vez por ello, los pasos que se dan hacia adelante lo hacen con
una seria base, aunque eso sí, con tropiezos, en ocasiones
notables.
Además hay que tener en cuenta que en muchos ciudadanos
franceses puede haber tenido su influencia el texto constitucional
que se ha sometido a su consideración y que han rechazado por
abrumadora mayoría. Y contra lo que sucedió en España, el nivel de
participación en la consulta ha sido altísimo, lo que da aún mayor
valor al resultado. Si la balanza hubiera sido ajustada, se había
planteado la posibilidad de repetir el referéndum, pero esa
posibilidad ha quedado prácticamente descartada. Ahora se plantean
numerosas preguntas y los líderes europeos deberán reflexionar
seriamente sobre lo acontecido y los pasos que deben seguirse en el
futuro.
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