Si hace apenas una semana el país entero participaba en una sonora polémica sobre las ansias de iniciar un proceso de paz para el País Vasco por parte del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, unos días después el panorama se ha complicado considerablemente gracias a la irrupción de dos noticias de primerísimo orden: un nuevo atentado en Madrid y la encarcelación del líder batasuno Arnaldo Otegi. Y aunque la explosión de un coche bomba en la capital por fortuna no ha tenido mayores consecuencias, el descaro etarra de plantarse en pleno Madrid con veinte kilos de explosivos, así como la detención de Otegi por presunta pertenencia a banda armada, no hacen sino añadir más leña al fuego.

Puesto que todos y cada uno de los acontecimientos de esta vida suelen tener su cara y su cruz, si algo positivo puede salir de esta encrucijada será la probable aproximación de pareceres entre los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, últimamente a la gresca en temas de terrorismo.

De cualquier modo, siempre se dijo que una tregua sería la condición sine qua non para el inicio de un diálogo entre el Gobierno y los asesinos, cosa que, obviamente, todavía no ha ocurrido. Ahora se impone la prudencia. Habrá que ver hasta dónde llega la implicación de Otegi en la banda terrorista, lo que permitiría dar un nuevo golpe al entorno radical a través de la actuación judicial. Luego, en función de esa tregua con la que todos soñamos, podría darse algún paso adelante en los contactos con el entorno terrorista para saber hasta qué punto el optimismo del Gobierno en relación a la posibilidad de establecer un proceso de pacificación definitiva tiene algún fundamento.