El Parlament balear fue escenario ayer de un sonoro rifirrafe entre representantes de los dos grandes partidos a raíz de los dos accidentes laborales mortales registrados en el lapso de una semana en las obras de construcción de sendas carreteras promovidas por iniciativa pública.

El cruce de acusaciones carece de sentido, si bien es un asunto de máxima importancia que debe afrontarse con serenidad y buen juicio, porque lo que nos estamos jugando es lo más sagrado: vidas humanas.

Los datos no pueden ser más preocupantes, cinco trabajadores han muerto en Balears en lo que llevamos de año. Y ellos son la punta de un iceberg que contabiliza casi cinco mil accidentes laborales sólo en el primer trimestre de 2005.

Desde la Conselleria d'Obres Públiques aseguran que el departamento que dirige Mabel Cabrer es escrupuloso en el cumplimiento de la normativa de prevención de riesgos laborales lo que, obviamente, no resulta suficiente.

Aunque el cambio del sistema de elaboración de las estadísticas no nos permita establecer comparaciones con otros períodos, como señalaba ayer el conseller de Treball del Govern, Cristóbal Huguet, los muertos están ahí y son una trágica realidad que obliga, por encima de todo, a adoptar cuantas medidas sean necesarias para evitar más siniestros. Utilizar políticamente el asunto no es de recibo, pero sí es necesario, y mucho, plantear el tema en el Parlament, que es, a la postre, el foro donde deben reflejarse las preocupaciones de los ciudadanos y donde deben establecerse los mecanismos que busquen solución a sus problemas.

Que cinco trabajadores hayan perdido la vida y otros cinco mil hayan resultado heridos en el cumplimiento de sus funciones laborales es tema de máxima preocupación y nuestros políticos deberían prestarle toda su atención.