El británico Tony Blair ha logrado un histórico tercer mandato
con una holgada mayoría, aunque ha perdido cerca de sesenta
escaños. En el Reino Unido se han dejado notar los ecos de la
disconformidad de muchos británicos con el proceder de su primer
ministro en la guerra de Irak, pero esto no ha significado que la
confianza en Blair se haya visto tan mermada como para poner en
peligro la mayoría absoluta de su partido.
Así las cosas, diversos analistas políticos estiman que este
nuevo mandato -allí duran cinco años- no acabará en la fecha
prevista, sino anticipadamente, porque el propio Blair se verá
forzado a reducir la legislatura ante la oposición existente en su
propio partido. A nadie se le escapa que este laborista ha
realizado en demasiadas ocasiones la misma política que hubieran
llevado a cabo los conservadores, y el ala más izquierdista de su
partido no se lo perdona.
Ante la pérdida de un sensible número de escaños, Tony Blair
bajó ayer el tono de su discurso y prometió «escuchar a la gente».
El primer ministro reconocía que el conflicto iraquí había
provocado importantes discrepancias en la sociedad británica y en
el seno del partido laborista, y abogaba por «trabajar unidos» para
afrontar el futuro mirando «a las cosas que nos interesan».
Tal vez con ello quiera apuntar a una política más centrada en
las reformas internas y en asuntos más sociales, que es lo que se
ha ido debatiendo a lo largo de toda la campaña electoral. En
cualquier caso y en previsión de una legislatura más corta, ya hay
quien apunta al que ha sido ministro de Economía y hombre fuerte
del Gobierno como posible sucesor de Blair al frente de los
laboristas en unos próximos comicios.
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