El espíritu conciliador que presidió la reunión del lunes entre el president del Govern, Jaume Matas, y el líder de la oposición, el socialista Francesc Antich, debe ser acogido con satisfacción por parte de la ciudadanía. Es un ejemplo de cómo deberían desarrollarse las relaciones entre rivales políticos. Sentarse frente a frente, plantear los problemas y aportar posibles soluciones es la manera sensata, madura y civilizada de comportarse.

Los resultados de las urnas en las últimas elecciones autonómicas concedieron a Jaume Matas y al Partido Popular la mayoría para gobernar estas Islas, mientras los comicios generales llevaron al PSOE al poder en La Moncloa y convirtieron al ex president Antich en diputado en el Congreso, lo que le confiere el papel de negociador de nuestros asuntos en Madrid. Aprovechar las ventajas de ambas situaciones es el camino que deben elegir dos líderes políticos que están obligados a velar por la resolución de los problemas que afectan a los habitantes del Archipiélago. Así parece que empezó a ser el lunes.

Matas entregó a Antich un listado de asignaturas pendientes para que éste las defienda en Madrid. Antich planteó sus puntos de vista sobre algunas de las aspiraciones de Matas. Es lógico y lícito. Pero la responsabilidad de gobernar recae en los hombros del Partido Popular, que fue el más votado. Por eso el president tiene que beneficiarse de la mano tendida que le ofrece Antich, pero teniendo siempre presentes las promesas electorales con las que su partido ganó los comicios.

El precio y la frecuencia de los vuelos, el coste de la insularidad, el Parc de sa Riera, la vivienda, la inmigración, la sanidad, las carreteras, el tren, el descuento aéreo... Son muchos los motivos para seguir en esta misma línea de trabajo en equipo por el bien de la comunidad.