Que Balears sufre carencias históricas es algo que todos podemos
ver con claridad. Y que nuestra Comunitat Autònoma está
experimentando, además, un incremento más que notable de población
en pocos años, es otra verdad de perogrullo. Lo que nadie parece
tener tan claro es qué hacer para asumir esas realidades sin caer
en un progresivo empobrecimiento de nuestra sociedad. De entrada ya
hace años que nos apeamos de la élite de aquellas estadísticas que
nos catalogaban como la región más rica y con mayor bienestar de
España.
Hoy nuestro retrato robot es bien diferente y aunque seguimos
siendo una comunidad rica e instalada cómodamente en el estado del
bienestar, empezamos a notar que no viajamos a toda máquina. La
llegada de inmigrantes en grandes oleadas ha proporcionado mano de
obra suficiente para llevar a cabo grandes obras y proyectos
públicos que han mejorado nuestra calidad de vida, pero ha generado
situaciones desconocidas: vivienda, sanidad, educación, transportes
y servicios sociales se han quedado cortos a la hora de atender a
esa creciente población que exige, con todo el derecho, participar
del mismo bienestar que tenemos los demás.
De ahí que el Govern se lamente de la falta de recursos a la
hora de programar sus perspectivas de futuro y reclame nuevas
negociaciones con el Gobierno central, pues las transferencias de
las competencias -Sanidad y Educación, sobre todo- se realizaron en
otras circunstancias que ahora conviene actualizar. Endeudarse es
de momento la opción elegida por el Govern, aunque no se descarta
subir el impuesto de carburantes, una opción que no gusta a nadie y
en especial recibe el rechazo frontal de los sectores económicos
más directamente afectados. Buscar el consenso mientras se valoran
otras posibilidades menos lacerantes para el ciudadano se hace, hoy
por hoy, imprescindible.
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